EL MUSEO DE ULIA
Presentamos a continuación una serie de piezas pertenecientes a la época de la Ulia ibero-romana conservadas en su Museo arqueológico, recientemente inaugurado (julio de 2013), pero cuyos fondos, en su gran mayoría, pertenecen al que fue un museo anterior sito en unas dependencias anejas a la Iglesia de Montemayor (Fig. 1), y que estuvo al cuidado de D. Pedro Moyano, el cura arqueólogo de este pueblo que dedicó gran parte de su vida a esta labor. Fue él quien personalmente nos lo mostró a Federico González y a mí en aquel Octubre de 2011 (Fig. 2).
Presentamos a continuación una serie de piezas pertenecientes a la época de la Ulia ibero-romana conservadas en su Museo arqueológico, recientemente inaugurado (julio de 2013), pero cuyos fondos, en su gran mayoría, pertenecen al que fue un museo anterior sito en unas dependencias anejas a la Iglesia de Montemayor (Fig. 1), y que estuvo al cuidado de D. Pedro Moyano, el cura arqueólogo de este pueblo que dedicó gran parte de su vida a esta labor. Fue él quien personalmente nos lo mostró a Federico González y a mí en aquel Octubre de 2011 (Fig. 2).
Fig. 2. Federico González Frías firmando en el Libro de Visitas del
antiguo Museo de Ulia. Octubre de 2011.
antiguo Museo de Ulia. Octubre de 2011.
Actualmente es el departamento de cultura del Ayuntamiento el que se ha
hecho cargo de dicho Museo, tal y como recientemente nos explicaba el Sr.
Enrique López, que muy amablemente hizo de cicerone ilustrándonos acerca
de algunas de las piezas allí reunidas, una muestra que nos acerca a lo
que sin duda fue el municipium de Ulia y el territorio
comprendido dentro de él, donde las gens o familias romanas
tenían sus espléndidas villae, las que han suministrado gran
parte del material arqueológico a este museo y a otros como el de Córdoba,
el de Sevilla o el propio Museo Arqueológico Nacional en Madrid. Asimismo
queremos destacar la ayuda brindada por Mª Ángeles Luque, restauradora del
Museo, que igualmente nos ilustró acerca de algunas de las piezas
aportando parte del material gráfico que aquí presentamos.
Muchos de los cortijos de la zona se construyeron sobre esas antiguas
villas romanas, razón por la cual bastante de ese material arqueológico
(esculturas, columnas, capiteles, monedas, cerámicas, tumbas, ajuares,
mosaicos, etc.) haya sido encontrado en excavaciones hechas en sus
alrededores cuando no sus mismos límites. Es el caso del yacimiento
arqueológico del Castillo de Dos Hermanas, de Cabezas del Rey, del
Cañuelo, y también la Zargadilla, cerca del cortijo del Frenil, a 2 kms de
Montemayor lindando con el municipio de Fernán-Núñez, al cual pertenecen
otros yacimientos importantes, como el de Mudapelo, La Atalaya y
Valdeconejos. De la Zargadilla han salido las piezas quizá más
emblemáticas del Museo de Ulia: el erote (fig. 5), el león (fig. 6), el
“sátiro de Montemayor” (fig. 7), el busto del personaje julio-claudio
(fig. 8), la “Venus de Montemayor” (fig. 9), y el Baco, o Dionisos (fig.
10), el dios griego y romano del vino, del éxtasis, del teatro (fig. 11) y
de los misterios ligados a la iniciación a lo sagrado. Un dios muy cercano
a Hermes-Mercurio. El Museo también tiene una buena colección de monedas (sestercios y denarios fundamentalmente) encontradas en Montemayor y en otros lugares de España). Aquí presentamos tres de ellas, concretamente tres sestercios. El primero (fig. 12) representa en el anverso una barca y en la parte inferior el nombre de Roma, lo cual tiene un contenido simbólico muy importante, pues con ello se quería señalar que la misma Roma era una barca que surcaba los mares del tiempo y del espacio para llevar a todo el orbe la idea de su civilización. En las dos restantes monedas (figs. 13 y 14) aparece la imagen de Jano Bifronte, una de las deidades más antiguas de Roma, y cuyos atributos simbólicos más significativos estaban relacionados con las "puertas solsticiales" de verano y de invierno, y también con la iniciación a los misterios que esas mismas puertas estaban representando: "la vía de los hombres" y la "vía de los dioses".
Como se ha dicho al hablar de los Julio-Claudio, Ulia estuvo bajo la
protección de patronos vinculados a esta familia imperial (César Augusto,
Tiberio, el general Agripa y sus hijos Cayo y Lucio César, etc.), por esos
estrechos e íntimos lazos contraídos con Julio César por los ulienses en
la guerra contra los Pompeyo, y en este sentido la arqueología y la
epigrafía nos muestra su momento de mayor esplendor en torno a los siglos
I-III d.C.
A ese periodo corresponden también las inscripciones de los más importantes personajes como Lucius Caesius y Publius Aelius Fabianus Pater, fechados en el s. I d.C. Al s. II correspondería Q. Caesius Hirrus Aelius Patruinus Fabianus, que parece mostrar una unión familiar entren los Caesii, los Aelii y los Fabiani, las tres familias más importantes de la ciudad. En el s. III encontramos a Q. Fabius Fabianus Optatus, en una dedicatoria a Alejandro Severo. (Mª Luisa Cortijo Cerezo: “Fuentes escritas y arqueológicas relativas a Ulia”, en Actas de las Primeras Jornadas de la Historia de Montemayor).
Estos personajes y sus respectivas familias (algunas de origen patricio
entroncado con los orígenes de la República romana, como los Fabiani,
de la gens Fabia) rigieron todos los ámbitos de la vida
económica, social, política y religiosa de Ulia,
constatándose la edilidad, el duovirato, la prefectura y cargos religiosos como el pontificado y el flaminado. Estos cargos religiosos muestran la integración de la ciudad en la religiosidad romana. Aparecen testimonios indirectos que hablan del culto o, al menos, del conocimiento de ciertas divinidades adoradas en el panteón greco-romano. La figura de Isis aparece en una lucerna asociada a Anubis y Serapis. Attis ha sido constatado en una escultura de Fernán-Núñez. (Ibíd.).
Esta misma autora señala en otra obra algo que nos ha parecido
interesante retener, y es el hecho de que esas lápidas dedicadas en Ulia a
la dinastía Julio-Claudia (dinastía que recordemos se crea con el
matrimonio de Augusto –de la gens Julia- con Livia –de la gens
Claudia) guarda una cierta relación con las lápidas de Ilion
(Troya):
Harmand piensa que las lápidas de Ulia, al igual que las de Ilion se hallaban íntimamente ligadas al culto imperial. De todos es conocida la estrecha relación que guardaba Ilion con la primera dinastía imperial, ya que al ser patria de Eneas, hijo de Venus, su nombre [el de la primera dinastía imperial] se ligaba al de la fundación de Roma y al origen divino del propio Julio César. (El Municipio Romano de Ulia, p. 130).
Un sutil lazo une a la legendaria Ilion con la fiel Ulia
a través de Julio César y su antepasado Eneas. En relación a la lucerna
donde aparecen Isis-Harpócrates-Anubis encontrada en Montemayor, hemos de
decir que éste no es el único lugar donde aparece esta tríada alejandrina.
Por otro lado, los lugares de culto a la diosa egipcia Isis existieron en
la Península Ibérica desde el siglo I a.C., ya en plena romanización.
Entre esos lugares hemos de destacar el de Igabrum (la actual
Cabra) cercana a Ulia. En Igabrum también hubo un templo en
honor del dios Mitra (el Mitreo), donde se celebraba la iniciación a sus
misterios (sobre todo entre las legiones romanas), y del que procede uno
de los conjuntos escultóricos más importantes que se pueden visitar en el
Museo Arqueológico de Córdoba: el sacrificio del toro por el dios Mitra,
“Mitra Tauróctonos”. Asimismo existen los vestigios de lo que fue un
Mitreo en la importante villa romana de Los Álamos (Puente Genil), también
cercana a Montemayor, villa a la que por la belleza y significado de sus
mosaicos y estructura arquitectónica nos referiremos en otro momento.
Fig. 3. Actual Museo de Ulia.
Fig. 4. Sala Primera del Museo.
Fig. 5. Erote, o amorcillo. S. II d.C.
Fig. 7. Venus de Montemayor. S. II d.C.
Fig. 8. Personaje de Ulia perteneciente a la dinastía de los
Julio-Claudios. S. II d.C.
Fig. 12. Sestercio Barca de Roma. Bronce. Siglo III a.C. |
Fig. 13. Sestercio Jano Bifronte. Bronce. Siglo III a.C. |
Fig. 14. Sestercio Jano Bifronte. Cobre. Siglo III a.C. |
Fig. 15. Fragmento de posible inscripción funeraria romana. S. III d.C.
Fig. 16. Guerrero íbero. Bronce.
Fig. 17. Sillar con hojas de palma. S. II d.C.
Fig. 18. Águila romana con las alas desplegadas. S. II d.C.
Fig. 19. Cabeza de caballo íbero.
Fig. 21. Columbario con distintos objetos ibero-romanos de cerámica y
vidrio.
Fig. 22. Detalle del Columbario.
Fig. 23. Maqueta de villa romana
LA LUCERNA DE ISIS-HARPÓCRATES-ANUBIS
Hacíamos alusión anteriormente a la lucerna hallada en Montemayor (fig.
24), donde aparecía la imagen de Isis con su hijo Harpócrates (“Horus el
niño”) y Anubis, el dios psicopompo y “pesador de las almas”. Y
mencionábamos también el culto mistérico a esta diosa existente en Igabrum
(actual Cabra), muy cerca de Ulia, culto que debemos extender a distintos
lugares de la Bética, como es el caso de Baelo Claudia (Cádiz), donde
efectivamente existía un templo a Isis junto al de la tríada capitolina
romana conformada por Júpiter-Juno-Minerva.
Recordemos que en ese momento del Imperio (siglos I-III d.C.) Roma había
asimilado ya definitivamente muchas tradiciones orientales, y Alejandría
era entonces el foco intelectual más importante del mundo occidental, y
toda una filosofía y una gnosis sustentada en las enseñanzas de Platón,
del estoicismo helenista y de Hermes Trismegisto, es decir la Tradición
Hermética, era “exportada” por toda la ecúmene del Imperio, que ya no
estaba ceñida a la cuenca Mediterránea y Cercano Oriente, sino que el
limes romano lindaba en esos momentos con la línea del Rhin y norte de
Inglaterra. La Bética, e Hispania en su totalidad, eran receptivas a ese
influjo, siendo muchos los lugares donde existían templos y cultos
dedicados a Isis, la “diosa de los mil nombres”, y de la que Federico
González Frías nos dice en su Diccionario de Símbolos y Temas
Misteriosos:
Isis ayudada por Thot busca los trozos [de Osiris] por todo el reino juntando los pedazos dispersos. Asistida igualmente por Anubis realiza esta operación; aunque no es capaz de encontrar el falo, comido por un pez. No obstante por medios mágicos un pájaro reanima a su esposo y la diosa queda embarazada de su hijo Horus, conformando de modo conjunto la más grande tríada egipcia. Su culto después del período ptolemaico se extendió por todo el Mediterráneo como Diosa Primordial idéntica a Deméter aunque más tarde se la confunde con Afrodita; reina con toda su carga de fecundidad que la vincula asimismo con la agricultura junto con su paredro Osiris. Patrona del hogar y madre del mundo su poder generador la ha hecho la diosa de las Tradiciones mistéricas.
Fig. 24. Lucerna encontrada en Montemayor (s. I d.C), donde aparece
En esta Lucerna Harpócrates aparece con su dedo índice de la mano derecha
en la boca[1]; Isis con la sítula
(recipiente con agua bendita) en la mano derecha y en su mano izquierda el
menat o sonajero, coronada con espigas o flor de loto; y Anubis
con el sistro -instrumento musical que en ocasiones porta Isis y que en sí
mismo es un pantáculo o “pequeño todo”- en su mano derecha y en la mano
izquierda la palma, símbolo de resurrección.
Interesa destacar que junto con Osiris y Thot, Isis, Serapis (Osiris)
Harpócrates y Anubis eran las deidades egipcias que habían sido adoptadas
por los reyes Ptolomeos durante la época helenística para abrir un nuevo
ciclo histórico y cultural que estableciera un vínculo definitivo entre la
civilización griega y la egipcia, lo que en un momento dado dio lugar, con
la irrupción de otras corrientes mistéricas, a la Tradición Hermética. De
ahí precisamente la identificación entre Thot y Hermes. Asimismo entre
Isis y Deméter, o entre Osiris y Zeus, y también con Dionisos. De esta
última “fusión” (Osiris y Zeus/Dionisos) nacería Serapis, venerado tanto
por griegos como por egipcios. A esa síntesis se refiere ya Plutarco
cuando menciona su propósito de conciliar la sabiduría de los egipcios y
la filosofía de Platón.
Presentación del canopo.
Roma, con su espíritu ecléctico, recogería esta herencia helenística
hasta el fin de su civilización. Por eso existieron templos dedicados a
estas deidades greco-egipcias en muchas ciudades del Imperio “conviviendo”
junto a las deidades específicamente romanas como es el caso, en Hispania,
de Baelo Claudia antes mencionada. Pero lo mismo podemos decir de Itálica
(Santiponce, Sevilla), o de Ampurias (Gerona, en donde, junto al templo de
Asclepios-Esculapio el dios de la medicina, había otro levantado a Isis y
Serapis). Igualmente en Mérida, en (Elche), y también en Cartago Nova
(Murcia), importante puerto comercial al igual que Ampurias y Baelo
Claudia, todos los cuales mantuvieron una intensa actividad comercial con
las ciudades más importantes del resto del Imperio, incluida la isla de
Delos[2], un nudo de
comunicaciones con todo el mundo griego y donde existía un gran templo
dedicado a Isis, Serapis y Anubis, inspirado en el Serapeum de
Alejandría mandado construir por Ptolomeo I Sóter[3] en el 300 a.C. Desde el Serapeum se irradiaría
el culto de Isis y Serapis por todos los rincones del Imperio helenístico
y posteriormente romano (fig. 25).
La Bética, y todo el Levante hispano, fueron receptivos a esa corriente
sapiencial greco-egipcia representada por estas deidades. El terreno ya
estaba abonado sin embargo, pues desde hacía siglos esta parte del
Occidente meridional había sido permeado por civilizaciones venidas
precisamente del Oriente mediterráneo, como la griega y la fenicio-púnica,
y el contacto con la gran civilización egipcia ya existía en tiempos de
Tartesos. De ahí también que esas deidades se hicieran realmente
familiares y tutelares entre la población hispano-romana, formando
parte del larario (como es el caso seguramente de esta lucerna encontrada
en Montemayor), pero sin perder nunca su trasfondo mistérico e iniciático.
EL MOSAICO ROMANO DE FERNÁN-NÚÑEZ
EL CICLO DE LOS AMORES DE JÚPITER
Un ejemplo del arte romano inspirado en las divinidades griegas nos lo
ofrecen distintos hallazgos arqueológicos que se han ido produciendo a lo
largo del tiempo en el municipio de Fernán-Núñez, un territorio que como
antes hemos anotado estuvo integrado, o formó parte, del ager o
entorno rural de Ulia, o incluso de la propia ciudad ibero-romana, como
señalamos en su momento. Los restos arqueológicos, tanto íberos como
romanos, localizados en Fernán-Núñez y su término municipal han sido
bastantes y constantes a lo largo del tiempo, al igual que en toda la zona
de la Campiña. De entre ellos merece nombrarse la estatua del dios Atti
(actualmente en el Museo Arqueológico de Córdoba) y sobre todo el mosaico
encontrado en el siglo XIX en el yacimiento de Valdeconejos, y del que da
testimonio el escritor, arqueólogo, bibliotecario y archivero D. Narciso
J. de Liñán y Heredia en su artículo “Los Mosaicos de Fernán-Núñez”
(1907), donde cita los trabajos del párroco y arqueólogo de la nombrada
villa D. Antonio Jurado Moreno en pos de la conservación del patrimonio
arqueológico descubierto por él mismo en lo que fue una mansión romana,
mosaico que data del siglo III d.C. y hoy en día desaparecido (excepto la
parte del mismo correspondiente al Rapto de Europa), siendo uno de los más
grandes de la Hispania romana[4].
Se refiere particularmente a los restos de lo que fue un pavimento
mosaico de 8,23 x 7,46 m. (60 metros cuadrados) dividido en nueve
compartimentos (figs. 26-27), y en cuyas esquinas se representaban escenas
de las cuatro estaciones (lo cual es muy común en los mosaicos romanos
sobre todo en la parte oriental del Imperio), pero de las que sólo
quedaban dos cuando fue descubierto, las correspondientes al Otoño y el
Invierno (figs. 28).
En las diferentes secciones del mosaico todavía visibles aparecían
distintas escenas mitológicas referidas, o en relación, con diferentes
episodios mitológicos protagonizados por Zeus-Júpiter: el Rapto de Europa,
Asopo, el dios fluvial, y su hija Egina, raptada también por Júpiter
metamorfoseado en águila, o en fuego según otros autores como Ovidio. Por
lo visto, y aunque no figura en las fotografías hechas tras su
descubrimiento, también existía una representación del rapto de Antíope
(hija de Nicteo, rey de Tebas) por Júpiter, metamorfoseado en sátiro.
De hecho, el de Fernán-Núñez es uno de los ocho mosaicos con
representación de dioses-río, en el que además de Asopo, aparecen Aqueloo,
Nilo, Éufrates, Orontes y Píramo. Si nos fijamos bien son todos ríos que
provienen de Grecia, Egipto, Asia Menor y Cercano Oriente, es decir que
las historias representadas son episodios que suceden en esas regiones
orientales del mundo greco-romano.
El mosaico de Fernán-Núñez se inscribe dentro del llamado “Ciclo de los
Amores de Júpiter”, es decir de las relaciones que, como otros dioses
olímpicos, el Padre del Cielo mantuvo con los diferentes aspectos de la
Diosa madre personificada en multitud de entidades femeninas humanas
(p.ej. con la madre de Hércules, la reina Alcmena), del mundo
intermediario (las ninfas y todos sus nombres, náyades, nereidas,
oceánidas) y distintas diosas, como Mnemosine (la Memoria), dando lugar a
una descendencia y genealogía mítico-espiritual que comprendida en clave
simbólica desvela al hombre su propio universo interior y todo cuanto él
es en tanto que microcosmos que refleja enteramente al macrocosmos. O sea
toda la secuencia o proceso de la fecundación del alma por el espíritu.
Hay también una Historia arquetípica en esa mitología, que es inseparable
de una Geografía igualmente significativa, en la que se desarrollan las
aventuras y gestas de los dioses y los héroes civilizadores. Los amores de
Júpiter hacia las hijas de los reyes (o de los dioses-río, símbolos de la
fecundación, como es el caso precisamente de Asopo y su hija Egina), o
hacia las ninfas (seres asociados con las aguas y los bosques, y asimismo
con la iniciación a lo sagrado a través de la comprensión del orden sutil
del Cosmos, según enseña Porfirio en El Antro de las Ninfas)
tienen evidentemente un trasfondo civilizador, como el ciclo de “los
amores de Mercurio y Herse” descritos entre otros por Ovidio, el cual se
hace eco también de la leyenda griega en torno al primer rey ateniense,
Cécrope, padre de Herse.[5]
En esa parte del mosaico donde aparece Asopo, su hija Egina y la madre de
ésta la ninfa Metope (fig. 29), el primero se muestra de espaldas, apoyado
en un cántaro del que emana agua, y tiene junto a él a su hija Egina. De los amores de Zeus con Egina nace Éaco, quien fue rey de la isla del mismo nombre de su madre, Egina. A la
derecha aparece la ninfa Metope, madre de Egina, reclinada sobre el cuerno
de la abundancia que escancia su contenido sobre un río, fertilizándolo, y
con una rama toca una roca de la que emerge un árbol. Esta escena,
relatada por Apolodoro y Diodoro de Sicilia, estaría indicando el momento
de hacer brotar la fuente Pirene, situada en la ciudad de Corinto, a cambio
de lo cual su rey Sísifo le revelaría a Asopo el paradero de Júpiter, el
raptor de su hija.[6]
De entre estos mitos civilizadores es precisamente el rapto de Europa por
Zeus-Júpiter (fig. 31) uno de los más conocidos y representados en la
musivaria romana, y en él se va intercalando la Historia y la Geografía
puesto que trata nada más y nada menos que del nacimiento de Europa como
un continente que recibe una luz intelectual de su Oriente Cercano, y aquí
incluimos no sólo a Grecia y Fenicia, sino a Egipto y Mesopotamia
fundamentalmente. ¡Ex Oriente Lux! (“del Oriente la Luz”),
exclamaban los romanos a la salida del sol. Recordemos que la palabra
Europa tiene un parentesco etimológico con euroeis, “sombrío”,
es decir el lugar del ocaso del sol, Occidente. El Padre de los dioses
rapta a Europa en Oriente y la conduce hacia Occidente, y esto tiene
también una explicación de carácter cíclico que estaría relacionado con el
“desplazamiento histórico de las civilizaciones”, que no es el caso
desarrollar aquí sino tan sólo señalarlo. En su viaje por el mar Zeus y la
princesa fenicia recalan en Creta, y allí, fruto de su amor, tienen varios
hijos, entre ellos a Radamantis y Minos, ambos legendarios reyes de Creta y fundadores por tanto de la
civilización minoico-cretense, una de las raíces culturales de Europa.
Precisamente, un hermano de Europa, Cadmo (rey de Canaán), se dirige a la
región griega de Beocia y allí funda la ciudad de Tebas, otro caso más de
que en sus historias míticas el mundo griego y heleno en general, el de
tierra firme y el de las islas del Egeo, reconoce que gran parte de su
civilización procede del Cercano Oriente.
Esos amores y sus frutos carnales entre los dioses y las hijas de los
hombres, tan presentes en los mitos de muchos pueblos de la tierra (hasta
en la Biblia, Génesis 6-2), generan una estirpe de reyes y héroes que
serán los encargados de llevar la civilización y la cultura allí donde
éstas no existían o bien habían entrado en franco proceso de decadencia.
Este es, a nuestro entender, el mensaje que subyace en estos mitos, y en
el mito en general, palabra que no olvidemos está relacionada,
paradójicamente, con el “misterio” y el “silencio”, y que nos explica la
esencia de los acontecimientos, su sentido profundo, es decir el vínculo
de éstos con las ideas arquetípicas de las que emanan, mientras que el
relato histórico se encarga de describirlos simbólicamente en el devenir
del tiempo. A este respecto, y junto al relato histórico y geográfico, y
entretejido con él, siempre está presente la idea de que con ese mito, el
rapto de Europa, se está representado simbólicamente el viaje interior del
alma (ejemplificado por la princesa fenicia, identificada también con la
diosa Astarté) a través de la hierogamia, o casamiento, con el Espíritu,
es decir con Zeus-Júpiter.
Fig. 31. Rapto de Europa por Zeus metamorfoseado en toro, del mosaico de
Fernán-Núñez.
Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
Museo Arqueológico Nacional. Madrid.
En su Diccionario antes citado, Federico González habla
precisamente de los diversos sentidos del “rapto”, y en relación con lo
que estamos diciendo entresacamos los siguientes fragmentos:
Las preguntas del aprendiz al Conocimiento son múltiples, indefinidas y nos ayudan a ir descorriendo cortinas, desentrañar cosas, observar el poder de lo pequeño e ir conociendo temas que nos amplían el horizonte, que nos van despertando y aclarando nuestro camino mediante chispas, o iluminaciones en el viaje del alma. (…)
Incluso la voz rapto es usada como sinónimo de enamoramiento o pasión amorosa, por lo que puede advertirse que estos ejemplos recuerdan estados de la conciencia donde se perciben cosas que no son ordinarias y alteran el ritmo, la dinámica, el tedio de nuestros días. Y eso se debe a la ruptura de nivel que prodigan estos símbolos acerca del más allá cualquiera que sea el grado o la condición que suponen estos acercamientos a una realidad otra inscrita dentro de la vida que llevamos, o mejor padecemos. (…)
La mitología grecorromana es pródiga en raptos diversos, así el de Europa, Ganimedes y nada menos que Perséfone, e igualmente Ereshkigal en la mitología sumeria.
En las distintas epopeyas, en los mitos transmitidos por la poética
evocadora de Homero (que recoge antiquísima memoria), en los Himnos
Órficos, en los textos de Hesíodo, en la obra de Platón, en la de los
romanos Cicerón, Virgilio, Ovidio y Séneca o bien en las crónicas de los historiadores,
mitógrafos y geógrafos como Heródoto, Pausanias, Diodoro Sículo, Apolonio
de Rodas, Estrabón, Apolodoro, Plutarco, Macrobio, etc., etc., todos
ellos, entre muchos otros, alimentan una tradición filosófica, literaria e
iconográfica que en un principio se extiende por todo el Mediterráneo y
Cercano Oriente, pero que con el tiempo llega hasta el Renacimiento,
propagándose por toda Europa y a partir de un momento dado por la América
Latina.
El tema representado en los mosaicos de Fernán-Núñez forma parte de una
iconografía simbólica que se plasma también en lucernas, pinturas,
bronces, terracotas, cerámicas y monedas no sólo de la Bética (Itálica,
Córdoba, Écija, Cástulo, Andújar,) y del resto de Hispania (Mérida,
Menorca, Ibiza, Cartago Nova, Bilbilis, Caesaraugusta, la portuguesa
Coimbra) sino de otros lugares del Imperio, y que tienen a Zeus-Júpiter
como deidad olímpica principal, pero no única, pues en el caso concreto de
Fernán-Núñez (al menos en lo que todavía se conservaba en el momento de su
descubrimiento) también aparece, en el cuadrado central, quien
posiblemente sea Helios/Zeus, o Helios/Dionisos (fig. 32) según algunos
investigadores:
En el cuadrado central aparece un joven nimbado, que según D. Fernández-Galiano podría ser representación de Helios/Zeus, reflejando la teología estoica de época helenística que consideraba a Helios como el equivalente de Zeus, acompañado de dos figuras alegóricas identificadas por inscripciones en griego como el Otoño y el Invierno. La comparación con el mosaico de Palermo lleva asimismo a una identificación de Helios/Dionysos, tal como se le llama en la doctrina órfica (Macrobio, Saturnales, I 18, 18), donde ambos dioses se asimilan: “...Oh luminoso Zeus Dionysos, padre del mar, padre de la tierra, Sol creador de todas las cosas...” (Macr. Saturn. I 23, 22).[7]
Los temas de este mosaico guardarían seguramente relación con todas esas
asimilaciones entre las deidades representadas en él, y que formaban parte
de la filosofía estoica (tan arraigada en Hispania), ella misma heredera
también del gran legado mitológico, mistérico y filosófico de la Grecia
antigua. Las inscripciones en griego y no en latín revelan una influencia
oriental en quienes elaboraron el mosaico de Fernán-Núñez, y según esos
mismos investigadores responden a un prototipo de los años 330-320 a.C., o
sea anteriores a la llegada de Roma a Hispania.
Esto nos permite entender un poco mejor el ámbito cultural de los
hispano-romanos de la Bética, y en este caso concreto de los que vivían en
el entorno de Ulia y en la zona de la Campiña, o sea el imaginario
simbólico que les proveía una tradición, la romana, pero también la
griega, es decir greco-romana en el sentido amplio del término, en la que
ellos estaban plenamente integrados. (Continuará).
[1] Acerca de este dios
dice Plutarco en Isis y Osiris: “No hay que imaginar que
Harpócrates sea un dios imperfecto en estado de infancia ni grano que
germina. Mejor le sienta considerarlo como aquel que rectifica y
corrige las opiniones irreflexivas, imperfectas y parciales tan
extendidas entre los hombres en lo que concierne a los dioses. Por
eso, y como símbolo de discreción y silencio, aplica ese dios el dedo
a sus labios”.
[3] Sóter quiere decir
“Salvador”, y esto fue en realidad este primer rey macedonio sucesor
de Alejandro Magno en Egipto, un salvador de la antigua sabiduría
egipcia conservando a sus deidades principales: Osiris, Isis, Horus,
Anubis y Thot, realizando una síntesis con sus paredros griegos, labor
que encomendó al sacerdote e historiador egipcio Manetón y el griego
Timoteo, sacerdote de Eleusis.
[4] Hemos tenido noticia
de este autor gracias al libro antes mencionado El Municipio
Romano de Ulia, de Mª Luisa Cortijo Cerezo, donde dicha autora
hace un pormenorizado estudio de la historia de la ciudad
ibero-romana.
[5] Ver a este respecto
el cap. XXI de Viaje Mágico-Hermético a Andros. Una Aventura
Intelectual, de Mª Ángeles Díaz. Ed. Symbolos, 2014.
[6] Por ese hecho Sísifo
fue condenado por Júpiter a subir perpetuamente una roca a la cima de
la montaña.
[7] “El mito de Europa
en los mosaicos hispano-romanos”. G. López Monteagudo y M. P. San
Nicolás Pedraz.
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